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Los quelites (del náhuatl quilitl, «hierba comestible») son las hojas, brotes, retoños, pecíolos, tallos y hasta flores de diversas herbáceas que en México se consideran comestibles. Excepto contadas excepciones, son hierbas silvestres, esto quiere decir que no se cultivan, sino que se recolectan. La época de recolección de quelites se da en la estación lluviosa, cuando acaba la sequía y se inicia el ciclo agrícola.[1] Se tratan de especies que pertenecen a diferentes familias botánicas, y en su mayoría son nativas americanas, aunque también incluye otras tantas traídas desde el Viejo Mundo,[2] como el berro, la lengua de vaca o la hoja del nabo. En función de las fuentes, el número de especies de quelites varía entre las 200[2] y las 300,[3] aunque en un sentido amplio, el término abarca hasta 500 especies.[4]
En gastronomía, los quelites tienen la misma consideración que las verduras de hoja,[2] ya que se incluyen frescos en ensaladas, o bien cocidos en guisos, sopas, frituras... etc. otros en cambio son hierbas aromáticas y se usan como condimento. En el aspecto nutricional, son una fuente de vitaminas, minerales, ácido fólico y fibra entre otros.[3]
Dependiendo de cada quelite, la acción humana está más o menos presente. Muchos son yerbas silvestres, como el xonequi, el tequelite, el acedillo o el basiáwari, en tanto que otras están domesticadas, como las flores de calabaza, la verdolaga, la chaya o los romeritos.[5] Algunos son comunes en todo el país, como el epazote, la verdolaga o el huauzontle, mientras que otros son más típicos de una región particular, como el alache en Hidalgo, el chepil en Oaxaca o la chaya en Yucatán.[6]